TUCO CABALGA OTRA VEZ
Durante los primeros días del pasado junio, Eli Wallach estuvo en el festival “Almería en corto”, para presentar mi libro Eli Wallach: Vitalidad y Picardía , editado en honor del cuadragésimo aniversario de El bueno, del feo y el malo, filmada en esta provincia en gran parte. Le acompañaba su esposa, Anne Jackson, y una de sus hijas, Roberta Wallach, ambas actrices. Se agregaron Carla Leone, viuda de Sergio, y Fernando Trueba, el único español que le ha dirigido (en Two Much).
Conocí a Wallach en Nueva York, donde le entrevisté para el libro, y, así, nos reencontramos en la tan cinematográfica Almería. Estar con él da gusto. Su modestia es ejemplar, su gentileza continua y su sentido del humor nunca decae. Cuando recogió el premio, se metió al público en el bolsillo. La ceremonia tuvo lugar en un cine grande, de los de antes, abarrotado y enternecido con la vuelta de Wallach, en plena ancianidad, a la provincia. Hubo una explosión de risas y aplausos, cuando dejó de hablar en inglés y soltó en español “Me hubiera gustado venir desde el hotel a caballo. Pero había mucho tráfico”. Remató el efecto al añadir, levantando el premio e igualmente en español, “¡Mejor que el Oscar!”. Y la sala se vino abajo con su despedida: “¡Tuco ha vuelto a casa!”. Los aplausos eran imparables, y en el escenario, a su lado, la viuda de Leone no podía reprimir las lágrimas.
A la mañana siguiente fuimos todos al “Mini Hollywood”, parque temático del poblado donde filmaron escenas de la mítica película. Pese a la lluvia, insólita en el desierto del Spaghetti Western, nos lo pasamos de lujo. Wallach reconocía partes del decorado, se divertía como un niño y posaba con los especialistas que hacen el espectáculo.
¿Y que diferencias ha notado en Almería? “Es completamente distinta. Entonces ni siquiera había hoteles. Clint Eastwood, Lee Van Cleef y yo nos hospedamos en casa de un inglés que alquilaba habitaciones”. ¿Cómo era el trabajo? “El más duro de mi vida. Rodamos de sol a sol, seis días a la semana, durante cuatro meses. Todo era polvoriento y sucio, no teníamos roulottes, neveras, nada. Para comer nos daban todos los días lo mismo: una botella de vino tinto, un bocadillo de pollo y una pieza de fruta. Con un sol brutal y esta dieta, imagínate lo que era actuar y recordar los diálogos”.
Carla Leone recordaba: “Cada semana veíamos proyección, todo el equipo juntos. Proyectábamos en la pared de un edificio en la calle”. ”¿Y los coches?”, pregunté, y me respondió “¿Qué coches? ¡Estamos hablando de Almería en 1966!”.
La presentación del libro fue alucinante. La cola para que lo firmáramos Wallach y yo parecía no acabar nunca. Gente que trabajó en la película de figuración, historiadores locales, cinéfilos de toda clase... Además del libro, mucha gente le traía para dedicar fotos, posters de películas suyas...
Ese mismo día, lo creáis o no, era el cumpleaños de Eastwood. ¡Ni planeado adrede!. Los Wallach y yo le llamamos para felicitarle, y agradecerle el prólogo. Hablamos seis o siete minutos con él. Quedó encantado con la llamada, y le hizo gracia recibirla precisamente desde Almería. Escuchar a nada menos que Clint Eastwood al otro lado del teléfono es... bueno, no tengo palabras.
Una vez le pregunté a Wallach por cuando ambos debieron compartir la cama, en Madrid. “Hubo en error en Producción y no encontraron hotel libre. Así que Clint y yo fuimos a pasar la noche en casa de un amigo suyo americano, Pancho Kohner. La habitación de invitados sólo tenía una cama, y Clint me preguntó qué parte prefería. Así que hice un chiste con nuestros respectivos credos políticos, y contesté ‘Lógicamente, yo la izquierda y tú la derecha’”.
Charlar con Wallach te divierte y enriquece. Es un gran actor y una gran persona. Los ha conocido a todos, de Marilyn Monroe y Clark Gable a Kate Winslet y Robert De Niro. Y su carrera abunda en divertidas paradojas. La mayor, que siendo un fino judío de Brooklyn, la gente le conoce sobre todo por encarnar dos zarrapastrosos bandidos mexicanos: Calvera en Los siete magníficos y Tuco en El bueno, el feo y el malo.
Todos los días, en las comidas, yo le traducía lo que la prensa local escribía sobre él. Él escuchaba atentamente, y así refrescó sus nociones de español, pues algo aprendió en sus rodajes en España y México. Y nunca olvidaré cuando me dijo, con su peculiar sonrisa, “A este paso pronto podré leer el libro que has escrito sobre mí”.
Hasta siempre, gran Eli.
Conocí a Wallach en Nueva York, donde le entrevisté para el libro, y, así, nos reencontramos en la tan cinematográfica Almería. Estar con él da gusto. Su modestia es ejemplar, su gentileza continua y su sentido del humor nunca decae. Cuando recogió el premio, se metió al público en el bolsillo. La ceremonia tuvo lugar en un cine grande, de los de antes, abarrotado y enternecido con la vuelta de Wallach, en plena ancianidad, a la provincia. Hubo una explosión de risas y aplausos, cuando dejó de hablar en inglés y soltó en español “Me hubiera gustado venir desde el hotel a caballo. Pero había mucho tráfico”. Remató el efecto al añadir, levantando el premio e igualmente en español, “¡Mejor que el Oscar!”. Y la sala se vino abajo con su despedida: “¡Tuco ha vuelto a casa!”. Los aplausos eran imparables, y en el escenario, a su lado, la viuda de Leone no podía reprimir las lágrimas.
A la mañana siguiente fuimos todos al “Mini Hollywood”, parque temático del poblado donde filmaron escenas de la mítica película. Pese a la lluvia, insólita en el desierto del Spaghetti Western, nos lo pasamos de lujo. Wallach reconocía partes del decorado, se divertía como un niño y posaba con los especialistas que hacen el espectáculo.
¿Y que diferencias ha notado en Almería? “Es completamente distinta. Entonces ni siquiera había hoteles. Clint Eastwood, Lee Van Cleef y yo nos hospedamos en casa de un inglés que alquilaba habitaciones”. ¿Cómo era el trabajo? “El más duro de mi vida. Rodamos de sol a sol, seis días a la semana, durante cuatro meses. Todo era polvoriento y sucio, no teníamos roulottes, neveras, nada. Para comer nos daban todos los días lo mismo: una botella de vino tinto, un bocadillo de pollo y una pieza de fruta. Con un sol brutal y esta dieta, imagínate lo que era actuar y recordar los diálogos”.
Carla Leone recordaba: “Cada semana veíamos proyección, todo el equipo juntos. Proyectábamos en la pared de un edificio en la calle”. ”¿Y los coches?”, pregunté, y me respondió “¿Qué coches? ¡Estamos hablando de Almería en 1966!”.
La presentación del libro fue alucinante. La cola para que lo firmáramos Wallach y yo parecía no acabar nunca. Gente que trabajó en la película de figuración, historiadores locales, cinéfilos de toda clase... Además del libro, mucha gente le traía para dedicar fotos, posters de películas suyas...
Ese mismo día, lo creáis o no, era el cumpleaños de Eastwood. ¡Ni planeado adrede!. Los Wallach y yo le llamamos para felicitarle, y agradecerle el prólogo. Hablamos seis o siete minutos con él. Quedó encantado con la llamada, y le hizo gracia recibirla precisamente desde Almería. Escuchar a nada menos que Clint Eastwood al otro lado del teléfono es... bueno, no tengo palabras.
Una vez le pregunté a Wallach por cuando ambos debieron compartir la cama, en Madrid. “Hubo en error en Producción y no encontraron hotel libre. Así que Clint y yo fuimos a pasar la noche en casa de un amigo suyo americano, Pancho Kohner. La habitación de invitados sólo tenía una cama, y Clint me preguntó qué parte prefería. Así que hice un chiste con nuestros respectivos credos políticos, y contesté ‘Lógicamente, yo la izquierda y tú la derecha’”.
Charlar con Wallach te divierte y enriquece. Es un gran actor y una gran persona. Los ha conocido a todos, de Marilyn Monroe y Clark Gable a Kate Winslet y Robert De Niro. Y su carrera abunda en divertidas paradojas. La mayor, que siendo un fino judío de Brooklyn, la gente le conoce sobre todo por encarnar dos zarrapastrosos bandidos mexicanos: Calvera en Los siete magníficos y Tuco en El bueno, el feo y el malo.
Todos los días, en las comidas, yo le traducía lo que la prensa local escribía sobre él. Él escuchaba atentamente, y así refrescó sus nociones de español, pues algo aprendió en sus rodajes en España y México. Y nunca olvidaré cuando me dijo, con su peculiar sonrisa, “A este paso pronto podré leer el libro que has escrito sobre mí”.
Hasta siempre, gran Eli.
Anita Haas
1 Comments:
Anita Haas, Carlos Aguilar, Carla Leone y Eli Wallach, reunión de gente simpática y encantadora.
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